POLITICAS DEPORTIVAS. Propuestas ante la crisis

Escribe: Juan Montalvo / Opinión

Hay consenso acerca de la urgencia y conveniencia de superar la crisis -y tender al desarrollo sostenido- del deporte en general y del fútbol en particular en el Perú. Sin embargo, esta tarea, como condición necesaria, debe formar parte de una política educativa encaminada a transformar las condiciones de precario desarrollo en que se desenvuelve la sociedad peruana. Como condición suficiente, se debe revolucionar la gestión del sistema deportivo, dotándosele de medios que le capaciten para liderar un cabal proceso de desarrollo deportivo; con una nueva generación de dirigentes poseedores de una riqueza conceptual acerca de los mecanismos que subtienden el desarrollo deportivo y con una visión metódica del proceso y metas ambiciosas para tentar los más altos peldaños.
    Una efectiva y sostenida masificación de la práctica deportiva debe abarcar, básicamente: i) La promoción y el fomento del deporte recreativo bajo el liderazgo de los gobiernos locales; ii) El reimpulso de la educación física (con profesores de la especialidad) y la realización de torneos deportivos estudiantiles en el sistema educativo; y iii) La promoción y el fomento del deporte aficionado, en todos sus niveles técnicos y disciplinas, bajo el liderazgo de las federaciones deportivas. Todo esto con el apoyo del Instituto Peruano del Deporte (IPD).
    Un efectivo y sostenido desarrollo del nivel competitivo peruano en el ámbito deportivo internacional presuponen la masificación de la práctica deportiva y la captación de los talentos,6 y debe implicar potenciar las capacidades de éstos aplicando los avances científico tecnológicos del deporte internacional, articulando para ello los esfuerzos de los aparatos: productivo, educativo y de investigación instalados en el país. En este sentido, dado la estrechez económica y debilidad institucional del Sistema Deportivo Nacional, sería recomendable que el IPD se articule, por ejemplo, con las universidades de las diferentes regiones del país ya no sólo en tanto éstas instituciones de Promoción Deportiva, sino en cuanto Centros de Investigación y Tecnificación Deportiva.7
En cuanto al fútbol, sus gestores en el Perú seguramente viven con la ilusión de tener en sus equipos a los Zidanes, Figos, Rivaldos, etc. Sin embargo, la realidad socioeconómica peruana les enseña cada día que eso es casi imposible. Lo que amerita acometer la superación de la crisis del sector tendiendo a producir futbolistas del nivel de aquéllos. Y ello pasa por replantear el proceso, centrándose en el aspecto formativo, cimentado en el desarrollo de la base material y técnica del sector a partir de la movilización de los recursos nacionales. Entonces, por necesidad emergerá un juego de alta calidad, se incrementará la competitividad y llegarán los triunfos en el plano internacional; lo que será base para la exportación del espectáculo-futbolístico y de jugadores peruanos a mercados exigentes y, por tanto, el desarrollo de una fuente de ingresos muy valiosa para el sector y el país.
    Ello presupone fijar reglas claras acerca de los retornos económicos de la inversión de los clubes por formación y/o promoción de deportistas, del funcionamiento de las academias deportivas, etc. También daría lugar a la reorganización del sector de forma vertical, con dirección única de la Federación Peruana de Fútbol, en función de los niveles competitivos (primera, segunda, tercera, etc.) que correspondan a etapas graduales del proceso de profesionalización, y quizá obligar a los clubes de la elite profesional a constituirse en sociedades anónimas.
    Definitivamente, la superación de la crisis deportiva peruana y el mejoramiento de su competitividad en el ámbito internacional, acarrearía no sólo crecientes beneficios económicos para el país sino también incentivos morales que reforzarían la autoconfianza de la población para emprender los procesos constructivos del desarrollo que el país tiene pendiente y tanto anhela; en cambio, su mantención y agudización sólo seguirá generando sentimientos de frustración y desencanto. Solucionar este dilema es el gran desafío.